Alguno dirá que sufro madriditis, que no puedo ver el color en blanco o que mi fobia al merengue está sobrepasando límites insospechados. Falso. Lo que está claro es que el Real Madrid de este año ejemplifica, casi en toda su totalidad, en lo que está convirtiendo el fútbol nacional. No hay por donde coger a los blancos: es un equipo sin una figura en el campo contrastada -a mi lo de Raúl y Van Nistelrooy no me parece nada de otro mundo-, con un Director Deportivo que sigue tragando con fichajes "estelares" como los de Saviola, Dudek o Metzelder, con un Presidente que sigue sin ser legítimo y con un entrenador que está desquiciado por la prensa sin recibir ni una crítica a cambio. No estaría mal que Schuster viera algún video de alguna rueda de prensa de Capello... Y es que las comparaciones siempre son ociosas, ¿o no Bernd?
Huelo a nerviosismo. Para muestra un botón: desde todos los estamentos del club se tiene esa idea de que, tanto el año pasado como este, el Real Madrid va a salir campeón de Liga gracias a la caridad de Laporta. Y es que el FC Barcelona tampoco se libra. Desde que UNICEF es el dueño de las camisetas blaugranas, el Nou Camp es un privilegiado: regalos defensivos, concesiones en el centro del campo, una portería con donaciones cada diez minutos y una delantera que, es tan solidaria, que de tanto repartirse los goles se ha quedado sin ninguno. Mi más sincera enhorabuena a Rijkaard, Txiqui Beguiristain y Laporta por su contribución a que este mundo no sea un poco más solidario... ¡Ni Lady Di en sus buenos tiempos!
¿Con quién me quedo de los dos? Con ninguno. Esto es como la política: el bipartidismo no nos lleva a ningún lado, pero estamos condenados a ello porque los partidos visagra no están al alza: el Atlético, mientras siga Aguirre, no es más que un equipo Intertoto con un galáctico llamado Agüero que está condenado a irse a un grande; el Sevilla, sinceramente, poco puede hacer después de la vendida de Juande Ramos y el fallecimiento de Puerta y, por último, el Villarreal es un equipo tranquilo y apenas sin presión, historia, tradición, ni afición.
Sólo nos queda esperar a que vuelvan los buenos y no tan lejanos grandes tiempos futbolísticos. Hoy en A Malata, 4.500 sportinguistas, es la cuarta vez que hacemos un desplazamiento masivo así en lo que va de año. Alguno podría aprender... ¡Puxa!