
Esta frase define a la perfección el cariño que nos tienen a los catalanes en Zaragoza. Me explico.
Sólo llegar a los alrededores de la Romareda veo sirenas y muchos policías corriendo hacia un bar. Mi espíritu me pide ir allí. Me dirijo al meollo y, según me entero, ha habido algún que otro altercado entre hinchas del Barça y del Zaragoza. Nada del otro mundo. Por fin la policía hace su trabajo.
Aún así, me quedo por si los ánimos vuelven a caldearse entre los “sin cerebro”, pero… ¡sorpresa! Tengo un orangután al lado. Yo estoy tranquilamente hablando por el móvil con mi compañero (en catalán) y el piltrafilla me interrumpe para regalarme el piropo: “puto polaco de mierda”. Yo, ni corto ni perezoso, le digo a mi compañero que espere un momento, y en tono tranquilo corrijo al tontín: “polaco no, jo sóc català”.
Como que a parte del gen de comer cacahuetes este patán no tiene nada más en la cabeza insiste en seguir insultándome. Yo, sigo con mi talante a lo ZP. Él me acusa de haber sido el causante de los disturbios aprovechando que está rodeado de los suyos. Yo le contesto que soy periodista, así que difícilmente estoy yo para liarme a mamporros.
Su respuesta, llena de creatividad, es que soy un “periodista polaco de mierda”. Increíble. Y, para más inri, después se hace con el control de la calle y pretende echarme de mi posición privilegiada para ver si ocurre algo. Yo sigo en mis trece, no me muevo un pelo y sigo hablándole en catalán, porque si hay algo que no tolero es que se metan con mi tierra.
Lo sorprendente del tema es que la hija del membrillo (de unos 12 añitos) le pide que pare de hacer el ridículo. Él insiste. Y yo, cansado, decido marcharme para evitar que me partan las piernas. Eso en el prepartido.
Durante el choque, me coloco justo delante de los aficionados culés de tribuna, los bonitos, porque los Boixos Nois están en otro sector. Como es normal, celebran los goles, y les cae algún que otro bocata. Le pitan el penalty al Zaragoza, también lo celebran, y en ese momento llueve de todo. Y es tribuna señores.
Me giro. Hay un chico de unos veintitantos con un tajo en la cabeza que sangra abundantemente. Se dirige a los policías que, lejos de ayudarle, se fijan en el primero que ha celebrado el error en la pena máxima. Hay un chico sangrando, la gente tiene miedo, y la policía actúa echando del campo al primero de los culés que se ha levantado. Esa ya comienza a ser la policía que conozco, la lerda.
Pero el gran problema reside en que este disturbio en el estadio no fue el único. Hubo muchos seguidores azulgrana que, mezclados entre los maños, salieron calientes de la Romareda. Inadmisible. Nunca, en ningún campo de Primera, había visto tanta violencia. Hasta se tuvieron que llevar a un recogepelotas del Zaragoza al que se le ocurrió hacer bien su trabajo y darle el balón rápido a Messi en un servicio de banda. Se lo comían.
En resumen, estas actitudes son deplorables. Indignas de un club como el Zaragoza. Patéticas. Y lo más fuerte de todo es que tras el partido, hablaba yo con Ricard Torquemada sobre este tema y me interpelaron dos empleados del club. De muy malas maneras me decían que no tenía razón. Que no hubo agresiones, que no hubo lanzamiento de objetos… Me decían que eso pasa en todos lados, y me ponían de ejemplo a los Boixos Nois, como si yo los defendiera.
Total, que casi me voy caliente al hotel porque logré encender a estos dos ceporros que no me dejaban ni marchar. Creo que en La Romareda me gané el título del “nuevo follonero”.
Como duele una derrota…
P.D: La Pilarica es culé