lunes, 18 de junio de 2007

“Manita” para decirle adiós a la liga


De nada sirvió el recital. Sesenta y tantos minutos de gloria para volver a pegarle un buen bofetón al aficionado culé, y van… Temporada de desilusiones después de un ejercicio mágico y es que, por una vez, hay que estar de acuerdo con Cruyff cuando dice que se tiende a pensar que no hay que retocar un equipo campeón, cuando confiar en ellos no te asegura volver a triunfar.
Amigo Txiki…

En todo caso, ayer hubo muchos gestos que nos pueden dar pistas o curiosidades, lo que el ojo no ve. Vamos a plantear estos temas y lo haremos por orden cronológico.
Concentración: Como ya surgió efecto la concentración antes de la remontada de la Copa en La Romareda, el Barça eligió el Hotel Ra (El Vendrell) para el cierre a cal y canto antes del partido. Y nos preguntamos: ¿Con qué matan el tiempo? Pues como todo hijo de vecino. Estuve hablando con el pobre hombre que tuvo que ir a comprar adaptadores para la PlayStation y es que hay mucha afición en el vestuario por el Pro Evolution (sobretodo en el caso de Messi).
Comida de directivas: Joan Laporta llegó con uno de sus hijos para seguir el partido que podía suponer el tercer título consecutivo. Junto a él estaba un Albert Perrín omnipresente, puesto que también se concentró en el hotel. Tres horitas de comida a base de delicatessen (al estilo "m’estic posant com un bacó") y al campo.
Pre-partido: Derby catalán y, como no, suena el himno de la Senyera. Momento emotivo donde los haya porque absolutamente todo el campo se puso en pie cantando els Segadors. Miro al palco. Laporta da un paso adelante, se hace ver, saca pecho y canta abriendo mucho la boca, como si el que más gritara fuera más catalán.
En el banquillo azulgrana (ese que debería ser un ejemplo de compromiso con el club y Cataluña) absoluto pasotismo. Todos sentados y hablando entre ellos sin darse cuenta que el campo bailaba a otro son. Por cierto, lo básico y que quería destacar: Oleguer Presas se levantó cuando ya sonaban las últimas notas. Ni tarareó ese himno que tanto defiende. ¿Por qué?
Partido: Samuel Eto’o, sin lugar a dudas, fue el jugador que estuvo más pendiente del banquillo junto con Leo Messi. Ambos buscaban desesperados la mirada de José Antonio Ibarz, encargado del material, que era el único enchufado al transistor. Éste era quién transmitía el minuto a minuto del Bernabéu a Motta, y el boca-oreja llegaba hasta un Rijkaard que, al fin, no sabía como reaccionar.
Una anécdota. A mi lado estuvo el ‘Chapi’ Ferrer y éste sufrió más que todo el banquillo azulgrana junto.


Post-partido: La debacle era ya una realidad. Undiano Mallenco levantó los brazos mientras en la grada, los boixos se enfrentaban una vez más a la policía. En ese momento, Rijkaard salió disparado del banquillo en busca de un hombre, su hombre, Carles Puyol.
El capitán, ya sin camiseta, se abrazó al técnico cual hijo se abraza a un padre cuando le ha dejado la novia. Después, los dos, miraban al graderío, al sector azulgrana. Mirada perdida de ambos y un pensamiento que después nos confesaban: el año que viene no puede suceder lo mismo.

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