miércoles, 24 de octubre de 2007

Odisea en Glasgow (1)

Si lo miras desde fuera, viajar con el Barça a Glasgow es un privilegio, y en parte es cierto, pero lo ves de otra manera cuando a lo que vas es a trabajar. Os voy a relatar la farsa que supone tal gasto de tiempo y dinero para los que cubrimos la información de este club. Detalles.

La salida fue el lunes desde el aeropuerto del Prat, a eso de las 11 de la mañana. Allí los jugadores llegan con el autocar del club y entran por una puerta para estrellitas que les lleva directamente al control de equipaje. Obviamente, la plantilla no tiene que hacer la cola de ‘tropecientas’ personas, ya que cierran dos arcos de control sólo para ellos, con el consiguiente cabreo de la marabunta claro. Además, Gudjohnsen todavía no se ha enterado que es islandés y se olvida el pasaporte cuando viaja, con lo cual, se retrasa su entrada y esos dos arcos siguen esperándole. Suerte que su mujer estaba al quite y trajo el documento desde Castelldefels para que su marido pudiera cuajar una de sus mejores actuaciones con el Barça.

En el trayecto de ida ya nos damos cuenta de que el avión no seria un primor, es más, estaría a la altura de la vergüenza de la saeta. Los periodistas, como siempre, vamos al fondo, no fuera caso que algún jugador pudiera cruzar una triste conversación.
Los asientos son diminutos y no hay butacas libres para estar más espaciosos. Por si esto fuera poco, a un servidor le toca la última fila, donde el asiento un puede ni echarse atrás. Un infierno de viaje, vamos.

Eso sí, te dan algo de comer. El menú es el de siempre. Un panecillo, una loncha de jamón dulce con dos de queso en un plato enano, algo de comida caliente a base de tortilla a la francesa con espárragos, un yogur, bebida y café. Dicho de esta manera hasta parece algo bonito, pero en cantidad no te llena nada de nada, y en calidad de ja algo por desear.

La llegada, tranquila. Nos vamos al hotel que no está nada mal y después a comer porque a las 17:15 (hora escocesa) estamos citados para ir a la rueda de prensa de Rijkaard. Nos llevan en autobús, fantástico.

El campo es muy bonito, a la inglesa, y muy parecido a lo que será el nuevo campo del Espanyol. Esperemos que la sala de prensa de los pericos no sea un zulo como la de Ibrox. Después a cenar, una cerveza y a dormir.

El día de partido por la mañana siempre hay movimiento. Esta vez el Rangers prepara una zona para la afición culé en un centro comercial. Apenas 100 aficionados se acercan a este centro donde también regalan bufandas, toallas y pins del equipo escocés. De allí sacamos poca cosa, pero se tiene que estar allí para vivir el pre-partido.

Comida a base de pizza, para hacerlo fácil, y al hotel a preparar lo que yo llamo “la guerra”. Aparecemos por el campo dos horas antes y nos ponemos manos a la obra. Primero el reconocimiento del terreno: zona mixta, sala de prensa, zona de locución etc.
Después, a comer. Tanto en Stuttgart como en Glasgow hay un catering bastante trabajado. El de ayer contaba con galletas, sándwiches, tartas de fresas, café y té. Fantástico, sí señor.

Y concluyo el primer capítulo con un leve puñal a can Barça referente a lo de la atención al periodista. En la sala de prensa del Camp Nou hay una triste máquina de bebidas y snacks que se vacía en 5 minutos, y una máquina de café (ambas de pago, claro). Una lástima para ‘más que un club’.

Esta tarde, más.

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