miércoles, 13 de febrero de 2008

¿Vuelos de ensueño?


El sueño de todo periodista es viajar empotrado con un equipo de fútbol por toda el mundo. Cada jornada, un destino; cada fin de semana, un hotel; cada semana, una ciudad distinta. Vamos…un sueño. Sueño o no, lo que si es cierto es que es toda una experiencia. Los nervios en las llegadas, y las prisas en las salidas son los dos extremos de un viaje de poco más de 24 horas, que casi siempre termina con una eterna madrugada en Barajas. Sin aficionados, con maletas de ruedas que corren a un taxi o a un autobús pensando que se repetirá la película –con suerte- transcurridos quince días. Son los viajes con los equipos de fútbol. En algunos casos, esos equipos están acompañados de aficionados que suben a los aviones con camisetas y bufandas, que vuelven a su ciudad de origen llenas de autógrafos y fotografías.

La Saeta. Es el avión del Real Madrid. Todo el mundo lo sabe. Mucho se ha hablado sobre este aparato. Que si hace ruido, que si es peligroso…es un avión. Y punto. Hace ruido como todos, se mueve como todos, y se come igual que en todos...Termina X – mejor así, para evitar aglomeraciones- del Aeropuerto de Barajas. Seis de la tarde de un sábado cualquiera. El Real Madrid viaja a cualquier ciudad, donde el domingo jugará su partido. La prensa va llegando con sus conjeturas sobre el once, sus debates sobre tal jugador, y sus pequeñas maletas donde cabe, desde una diminuta bolsa de aseo hasta la ropa adecuada para salir a correr por la ciudad que nos acogerá. Nuestro Carlos de turno (guía de la agencia de viajes que nos acompaña en cada viaje) entrega las tarjetas de embarque junto al itinerario (en caso de que lo haya).

Ding, dong, ding. Llega el Real Madrid al aeropuerto. Empezamos a embarcar. Todos al mini autobús. Jugadores, directiva, prensa y aficionados comparten un viaje más. Saludos y poco más. La subida al avión siempre es accidentada. La prensa no factura. A la llegada, empezarán las prisas. Los aficionados quieren ya fotografiarse con sus ídolos. Y los jugadores…pues se empiezan a acomodar. Las idas son tranquilas. Todo son espaldas, no les ves la cara. Muchos periódicos deportivos, porque es día de entrevistas previas de partido, de ruedas de prensa y bajas…Pocos libros, por no decir ninguno.


Llegamos a la ciudad. Empieza el trabajo. Fotógrafos y cámaras corren delante de los jugadores, como si fuera un encierro de San Fermín para lograr la mejor imagen de llegada. El resto mientras esperamos en el autobús. 1,2,3,4…estamos todos. Nos vamos al hotel. Con suerte, no habrá mucho que hacer hasta el día siguiente. Pero lo habitual son las firmas de jugadores, las peñas con el presidente, o alguna entrevista de última hora en un hall de hotel de mil estrellas, con campo de golf (seguro) y del que tendrás la oportunidad de disfrutar de sus servicios durante 15 horas. El día del partido es el día de la tranquilidad. Todo está calmado, hasta un minuto después de que el árbitro decrete el final del encuentro.

Empieza entonces el peor nerviosismo. El de escribir rápido, escuchar rápido, y sobre todo, correr rápido, para no quedarte en tierra. Zona mixta en la que casi siempre hay poco que rascar, rueda de prensa cortita, y de vuelta a Madrid. Pero antes, todavía queda lo peor. Da igual que el aeropuerto de turno esté abierto únicamente para que el equipo –sea cual sea- regrese a su ciudad. Da igual que la expedición sea cerrada. Da igual. Es caso es tocar las narices. Sacar el portátil de la bolsa, quitarse el cinturón, el reloj, las monedas…pi, pi, pi. La maleta lleva líquido. “¿Puede usted abrirla?”, “ahhh, perdón, me había parecido”. Todos los viajes la misma canción.

Por fin en el avión. La cabeza te revienta, pero aún tienes tiempo para hacer una última llamada a la redacción, al taxi de vuelta a casa y a tus colegas para ver si hay un poco de “aire” a tu llegada. Personalmente, no puedo leer en el avión, ni dormir, ni hablar. Simplemente me quedo observando. El cansancio no me deja hacer otra cosa. En el último desplazamiento –derrota del Real Madrid en Almería- me llama la atención que las caras son iguales a las de cualquier otro día. Las “parejas” casi siempre son las mismas. Raúl, Guti, Michel Salgado, Casillas, Ramos, Torres, encabezan el grupo de jugadores en asientos de tres o dos. Justo delante de ellos, el presidente y algunos directivos, y el cuerpo técnico. Schuster, con su inseparable Manolo Ruiz, en silencio, analizando el partido. Mijatovic y Bucero, a su izquierda. Según avanzan las filas, van llegando el resto. El trío de holandeses – Van Nistelrooy, Sneijder y Robben- charlan animadamente con Drenthe. Detrás de ellos, los brasileños –Robinho, Baptista y Marcelo- escuchan música. Cannavaro, es uno de los pocos que se sienta sólo, en una fila con dos asientos.

Los últimos futbolistas son los más jóvenes. Soldado, Balboa e Higuaín, miran un video de fútbol en el ordenador del argentino. En este viaje me fijo en el central italiano. No ha tenido una buena actuación. Ha provocado el penalti, se ha escurrido varias veces. Se lo explica a Chendo, delegado del equipo. No siempre se repite esta película. No se repiten las parejas. Da la casualidad que en este desplazamiento se sientan por nacionalidades, pero no siempre es así. El buen rollo, se han instalado en el vestuario y eso se nota hasta en La Saeta.

Tantas de la madrugada. Llegamos a Madrid. Corriendo al taxi, sin despedidas –lo típico en los aeropuertos-, sin recibimientos. Solo una veintena de taxis en la puerta, que recogen periodistas y aficionados agotados. Mañana es lunes…habrá que trabajar aunque ahora sean las tres de la mañana. No importa. Este es el sueño de todo periodista. ¿O no?


P.D: Yo he hecho mis deberes

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy interesante: EL PUNTO DE VISTA MERENGUE en contraste con EL PUNTO DE VISTA CULÉ de Oriol...
Os admiro a todo el colectivo periodista!!! Muchos de nosotros (aficionados) pagaríamos por relatar estas experiencias!!!